Poderosa oración a San José

« Oh San José, cuya protección es tan grande, tan poderosa y eficaz ante el trono de Dios, en vuestras manos entrego todos mis intereses y mis deseos. Oh San José, asistidme con vuestra poderosa intercesión. Obtened para mí, de vuestro Divino Hijo, Nuestro Señor, todas las bendiciones espirituales que necesito. A fin de que, habiendo conseguido, aquí en la tierra, la ayuda de vuestro poder celestial, pueda ofrecer mi gratitud y homenaje, al Padre más Amoroso. Oh San José, nunca me cansaré de contemplaros con el Niño Jesús dormido en vuestros brazos. No me atrevo a acercarme mientras que el Niño reposa sobre vuestro corazón. Abrazadle fuertemente en mi nombre; y de parte mía, besad su fina y delicada Cabecita. Luego, suplicadle que me devuelva ese beso a la hora de mi último suspiro, San José, patrón de los moribundos, rogad por nosotros. Amén. »

(Se cree que esta oración de San José es del siglo primero D.C. Alrededor del año 1500, el Santo Padre envió esta oración al Emperador Carlos quien iba a entrar en batalla, con la promesa de que: "Quien quiera que rezare esta oración, o la escuche o la lleve consigo, nunca morirá de una muerte repentina, no morirá ahogado, ni veneno alguno le hará daño. No caerán en manos del enemigo, no serán quemados en el fuego, ni derrotados en la batalla.")

Esta es la historia de la fe de un soldado en la poderosa protección de San José a través de la devoción de la hermosa oración arriba mencionada y de la Santísima Virgen María a través de la "Medalla Milagrosa"...

Soy un veterano militar retirado con 33 años de servicio. He servido en la guerra de Vietnam y de Iraq. Mi devoción a San José a través de esta oración milagrosa vino de mi abuelo y mi padre quienes también fueron veteranos de la primera y segunda guerra mundial. Los dos llevaban consigo esta oración a San José durante la guerra, rezándola todos los días fielmente, y los dos regresaron a casa después de la guerra sin daño alguno. Yo he regalado miles de copias de esta oración a San José, junto con la de la Medalla Milagrosa de la Santísima Virgen María a soldados jóvenes en camino a Iraq y Afganistán. Es mi deseo de compartir mi propio testimonio del poder de esta oración milagrosa.

Estaba estacionado en Fort Drum, N.Y., para entrenamiento. Habían 500 hombres y mujeres en mi batallón. Sabía que al menos un 80% de estos soldados eran católicos, pero yo era el único que iba a Misa el domingo. Decidí que lo primero que haría sería asegurarme que cada uno de los soldados tuviera una copia de la oración de San José junto con una Medalla Milagrosa. Yo era el líder del escuadrón y hacía todo lo posible para amonestar a mi batallón a asistir a la Misa. También pedí a mi familia que rezara por ellos. Después de dos semanas, dos jóvenes me acompañarían a la Misa. Luego, en dos meses y medio, con mi familia rezando incesantemente, tuvimos 33 soldados más en las misas de los domingos.

En el 2002, a la edad de 52  años, nuestra tropa fue enviada de nuevo a Iraq. Repartí la misma oración junto con la Medalla Milagrosa a todos los soldados que iban conmigo a Iraq, desde el comandante hasta el de menor rango. Hubo uno solo que los rechazó. Un soldado joven que me dijo que no era católico, sino musulmán. Le dije que San José y la Santísima Virgen María eran para todos, y que la primera promesa en la oración de San José era, "quien quiera lleve esta...". No dice: "Musulmanes no están permitidos..." El joven musulmán decidió llevarla consigo, y aún la lleva, 10 años después. Ésta fue la reacción de muchos otros soldados quienes me dijeron que llevarían esa oración consigo por el resto de sus vidas. Todos a los que conocí que llevaban la oración consigo en la batalla, regresaron a sus casas sanos y salvos.

Un episodio muy importante fue el de mi hermana mayor. Un día en su trabajo una señora mayor le contaba que su nieto estaba en Iraq en una situación muy mala. Le decía a mi hermana que estaba rezando con insistencia por él y le pidió que también ella rezara. Mi hermana quiso que le explicara mejor la situación de su nieto. El nieto le escribía contándole angustiado que su compañía sufría pérdidas de 2 a 3 soldados por semana. Mi hermana le aconsejó que le enviara la oración de San José a su nieto. Luego se comunico conmigo para obtener suficientes estampas con la oración a San José para todo el batallón y enviárselas de inmediato. Tres meses más tarde, el nieto le escribió a la abuela diciéndole que todos llevaban la oración a San José consigo. No solo eso, sino que desde entonces no habían perdido ni un hombre. El nieto terminó su tiempo en Iraq sin perder ningún otro soldado en su batallón. Así de poderosa es esta oración.

Ahora llevo conmigo copias extras de la oración en mi bolsillo junto con Medallas Milagrosas de Nuestra Señora. Un sacerdote muy bueno me las bendice y le pido que les dé tres bendiciones. La primera es por los soldados que están en la batalla física, la segunda es por la batalla espiritual, y la tercera es por la conversión de los pecadores. Yo he visto muchos milagros como resultado de rezar y llevar la oración de San José y la Medalla Milagrosa. Ruego que mi testimonio pueda permitir que otros descubran los beneficios de esta devoción.

Sargento del Estado Mayor Patrick Chasse