Fue el último día del año 2022, el 31 de diciembre, que Benedicto XVI, quien fuese Papa de abril de 2005 a febrero de 2013, y luego se retiró, bajo el título de "Papa emérito", al monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano (a unos cientos de metros de la Basílica de San Pedro), dejó esta tierra para unirse a la Casa del Padre, a la venerable edad de 95 años. De manera que, técnicamente es él que, habiendo ejercido la función de Papa, murió a la edad más avanzada. Sin embargo, como había renunciado a su cargo el 28 de febrero de 2013, a la edad de 85 años, es León XIII quien sigue siendo el Papa más anciano que murió en el cargo, a la edad de 93 años.

En la Iglesia Católica, y especialmente en el Vaticano, una ceremonia de "Te Deum", o acción de gracias, se celebra el 31 de diciembre de cada año para agradecer a Dios por todas las gracias y bendiciones recibidas de Él durante el año. Bueno, ciertamente podemos dar gracias a Dios, y agradecerle por habernos dado un Papa tan excepcional, tanto intelectual como espiritualmente, en la persona de Benedicto XVI, nacido Joseph Ratzinger, quien verdaderamente dedicó toda su vida al servicio de Dios, para darlo a conocer y amar, con bondad y humildad, de una manera clara y trasparente, sin ningún indicio de confusión. 

Ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951 al mismo tiempo que su hermano Georg (tres años mayor), Joseph Ratzinger se convirtió en un brillante profesor de teología, especialista en San Agustín y San Buenaventura, distinguiéndose entre otros como asesor del Concilio Vaticano II. El 24 de marzo de 1977, el Papa Pablo VI lo nombró arzobispo de Múnich y Freising en Alemania, y lo creó cardenal tres meses después. Ratzinger toma como lema de su obispado esta cita de la 3ª carta de San Juan: "Cooperatores Veritatis - Cooperadores de la Verdad", que anuncia providencialmente el papel que tendrá en la Iglesia más tarde. 

De hecho, el Papa Juan Pablo II, habiendo hecho amistad con Joseph Ratzinger cuando ambos participaron en el Concilio Vaticano II, y apreciando su alta competencia teológica, lo llamó a Roma en 1981 para convertirlo en Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Su tarea, hacer cumplir el depósito de la fe contra los ataques hacia la iglesia, que llegan de diferentes círculos, incluso a veces de teólogos heréticos o modernistas. Llevó a cabo esta tarea difícil pero absolutamente esencial de manera brillante hasta la muerte de Juan Pablo II, quien le había pedido que se quedara hasta el final, cuando Joseph Ratzinger, habiendo pasado la edad de 75 años, la edad en que los obispos generalmente tienen que ofrecer su renuncia, quiso retirarse para continuar su trabajo teológico. El cardenal Ratzinger era literalmente la mano derecha de Juan Pablo II, reuniéndose con él varias veces a la semana, y se dice que Juan Pablo II nunca tomó ninguna decisión importante sin consultarlo.  

Cuando Juan Pablo II murió el 2 de abril de 2005, el cardenal Ratzinger pensó que finalmente podría retirarse y regresar a su Baviera natal, pero Nuestro Señor tenía otro plan para él: ¡Suceder a su gran amigo como obispo de Roma y Papa! Como Decano del Colegio Cardenalicio, fue él, Joseph Ratzinger, quien fue llamado a presidir la misa funeral del Papa polaco, y todos recordamos las conmovedoras palabras del cardenal Ratzinger durante su homilía para la ocasión: 

"Para todos nosotros, sigue siendo inolvidable cómo, en este último domingo de la Pascua de su existencia, el Santo Padre (Juan Pablo II), marcado por el sufrimiento, se mostró una vez más en la ventana del Palacio Apostólico y dio la Bendición Urbi et Orbi por última vez. Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana de la casa del Padre, viéndonos y bendiciéndonos. Sí, bendícenos, Santo Padre, confiamos tu querida alma a la Madre de Dios, tu Madre, que te ha guiado todos los días y ahora te conducirá a la gloria eterna de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor. Amén". Y ahora, desde el 31 de diciembre de 2022, es Benedicto XVI, quien se ha unido a su gran amigo Juan Pablo II, quien nos ha bendecido desde el cielo. 

El cónclave para elegir al nuevo Papa se inauguró el 19 de abril de 2005 y duró menos de 24 horas, uno de los cónclaves más cortos de la historia. Para un gigante de la fe como Juan Pablo II, todos los cardenales veían como posible sucesor solo a otro gigante de la fe, y colaborador íntimo de Juan Pablo II durante 23 años: el cardenal Joseph Ratzinger. Y fue su homilía en el funeral, pronunciada 11 días antes, la que finalmente los convenció. Así, a la edad de 78 años, se convirtió en el Papa número 265, y así se presentó a la multitud reunida en la Plaza de San Pedro: 

"Queridos hermanos y hermanas, después del gran Papa Juan Pablo II, los cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador en la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones, en la alegría de Cristo resucitado, confiando en su ayuda continua. Seguimos adelante, el Señor nos ayudará y María, su Santísima Madre, estará a nuestro lado. Gracias". 

Durante la audiencia general del 27 de abril de 2005, declaró: "Tomo el nombre de Benedicto XVI, en homenaje del Papa Benedicto XV, quien guio a la Iglesia durante un período difícil debido a la Primera Guerra Mundial, pero también en honor a San Benito de Nursia, "padre del monaquismo occidental, copatrono de Europa, particularmente venerado en mi país y especialmente en Baviera". ¡San Benito de Nursia había escrito en su regla no poner nada por encima de Cristo! Por lo tanto, le pediremos que nos ayude a permanecer fijos en Cristo."

En la misa inaugural de su pontificado, Benedicto XVI declaró: "Mi verdadero programa de gobierno no es hacer mi voluntad, no seguir mis ideas, sino, junto con toda la Iglesia, escuchar la palabra y la voluntad del Señor, y dejarme guiar por Él, para que sea Él mismo quien guíe a la Iglesia en esta hora de nuestra historia. (...) 

"Una de las características fundamentales del pastor debe ser amar a los hombres que le han sido confiados, tal como ama Cristo, a cuyo servicio está.'Apacienta mis ovejas', dice Cristo a Pedro, y también a mí, en este momento. Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia, que Él nos da en el Santísimo Sacramento. Queridos amigos, en este momento sólo puedo decir: rogad por mí, para que aprenda a amar cada vez más al Señor. Rogad por mí, para que aprenda a querer cada vez más a su rebaño, a todos ustedes, a la Santa Iglesia, a cada uno de ustedes, tanto personal como comunitariamente. Rogad por mí, para que, no por miedo, huya ante los lobos. Roguemos unos por otros para que sea el Señor quien nos lleve y nosotros aprendamos a llevarnos unos a otros."

Una de las prioridades de Benedicto XVI fue poner en práctica el Concilio Vaticano II (del que había sido uno de los principales participantes), y demostrar que este Concilio no era una ruptura con la tradición de la Iglesia, sino una continuidad.  

Algunos recordarán a Benedicto XVI solo por su renuncia al pontificado por razones de salud, en 2013, ya que era la primera vez que un Papa renunciaba desde 1415. Pero no debemos olvidar sus 66 libros sobre teología (incluidos tres sobre la vida de Jesús, escritos entre 2007 y 2012), sus tres encíclicas: La primera sobre la caridad – Deus Caritas Est, Dios es Amor –,  la segunda sobre la esperanza – Spe Salvi, y la tercera sobre la doctrina social de la Iglesia – Caritas in Veritate, La Caridad en la Verdad  –, más una encíclica sobre la fe – Lumen Fidei – completada por el Papa Francisco. También recordaremos de Benedicto XVI su año dedicado a san Pablo (2009), al Cura de Ars (2010), a la fe (2012), y cientos de homilías y discursos que vale la pena releer y meditar, pero que se pueden resumir en las últimas tres palabras que Benedicto XVI pronunció justo antes de morir: "Jesús, te amo". Ese fue su programa, amar a Jesús y hacer que lo amemos. 

En su carta a los obispos de todo el mundo del 10 de marzo de 2009, Benedicto XVI escribió: 

"En nuestro tiempo, en el que en amplias regiones de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en Jesucristo crucificado y resucitado. El auténtico problema en este momento de nuestra historia es, que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, que mientras la luz de Dios se extingue, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto". 

El miércoles 27 de febrero de 2013, durante su última audiencia general, Benedicto XVI explicó su decisión de renunciar al pontificado, mientras continuaba su ministerio de otra forma: 

"Cuando el 19 de abril de hace casi ocho años acepté asumir el ministerio Petrino, tuve la firme certeza que siempre me ha acompañado: la certeza de la vida de la Iglesia por la Palabra de Dios. En aquel momento, como ya he expresado varias veces, las palabras que resonaron en mi corazón fueron: Señor, ¿Qué me pides y por qué me pides esto? Es un peso grande el que pones en mis hombros, pero si Tú me lo pides, por Tu palabra echaré las redes, seguro de que Tú me guiarás, aún con todas mis debilidades. 

"Y ocho años después puedo decir que el Señor realmente me ha guiado, ha estado cerca de mí, he podido percibir cotidianamente su presencia. Ha sido un trecho del camino de la Iglesia, que ha tenido momentos de alegría y de luz, pero también momentos no fáciles; me he sentido como San Pedro con los apóstoles en la barca en el lago de Galilea: el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa suave, días en los que la pesca ha sido abundante; ha habido también momentos en los que las aguas se agitaban y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Pero siempre supe que en esa barca está el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino suya. Y el Señor no deja que se hunda; es Él quien la conduce, ciertamente también a través de los hombres que Él ha elegido, pues así lo ha querido. Ésta ha sido y es una certeza que nada puede perturbar. Y por eso hoy mi corazón está lleno de gratitud a Dios, porque jamás ha dejado que falte a toda la Iglesia y tampoco a mí su consuelo, su luz, su amor. 

"Estamos en el Año de la fe, que he proclamado para fortalecer precisamente nuestra fe en Dios, en un contexto que parece rebajarlo cada vez más a un segundo plano. Desearía invitaros a todos a renovar la firme confianza en el Señor, a confiarnos como niños en los brazos de Dios, seguros de que esos brazos nos sostienen siempre y son los que nos permiten caminar cada día, incluso en la dificultad. Me gustaría que cada uno se sintiera amado por ese Dios que ha dado a su Hijo por nosotros y que nos ha mostrado su amor sin límites. Quisiera que cada uno de vosotros sintiera la alegría de ser cristiano. En una hermosa oración para ser recitada diariamente por la mañana, se dice: "Te adoro, Dios mío, y te amo con todo el corazón. Te doy gracias porque me has creado, por haberme hecho cristiano...". Sí, alegrémonos por el don de la fe; es el bien más precioso, que nadie nos puede arrebatar. Por ello demos gracias al Señor cada día, con la oración y con una vida cristiana coherente. Dios nos ama, pero espera que también nosotros lo amemos. (...) 

"En estos últimos meses, he notado que mis fuerzas han disminuido, y he pedido a Dios con insistencia, en la oración, que me iluminara con su luz para tomar la decisión más adecuada, no para mi propio bien, sino para el bien de la Iglesia. He dado este paso con plena conciencia de su importancia y también de su novedad, pero con una profunda serenidad del alma. Amar a la Iglesia significa también tener el valor de tomar decisiones difíciles y dolorosas, teniendo siempre en el corazón el bien de la Iglesia y no el de uno mismo.

"Permítanme volver una vez más al 19 de abril de 2005. La seriedad de la decisión reside precisamente también en el hecho de que a partir de aquel momento me comprometía siempre y para siempre con el Señor. El "siempre" es también un "para siempre". Quien asume el ministerio Petrino ya no tiene ninguna privacidad. Pertenece siempre y totalmente a todos, a toda la Iglesia. Su vida, por así decirlo, viene despojada de la dimensión privada. (...)

 "Mi decisión de renunciar al ejercicio activo del ministerio no elimina eso. No vuelvo a la vida privada, a una vida de viajes, reuniones, recepciones, conferencias, etcétera. No abandono la cruz, sino que permanezco de manera nueva junto al Señor Crucificado. Ya no tengo la potestad del oficio para el gobierno de la Iglesia, pero en el servicio de la oración permanezco, por así decirlo, en el recinto de San Pedro. San Benito, cuyo nombre llevo como Papa, me será de gran ejemplo en esto. Él nos mostró el camino hacia una vida que, activa o pasiva, pertenece totalmente a la obra de Dios".

Durante los diez años que siguieron a esta renuncia, Benedicto XVI oró por la Iglesia y nunca la abandonó, fue un pilar, un escudo y un protector, como Moisés que oró con los brazos en alto para que Israel triunfara sobre sus enemigos y derrotara a los amalecitas. 

Uno creería que después de haber estado retirado durante casi diez años de la vida pública, la gente habría olvidado a Benedicto XVI. ¡Claro que no! El lunes 2 de enero de 2023 por la mañana, mientras estuvo expuesto su cuerpo en la Basílica de San Pedro, miles de personas esperaban en fila en la Plaza de San Pedro para rendir homenaje al difunto pontífice. 

El Papa Francisco subrayó la grandeza de Benedicto XVI en su mensaje del 31 de diciembre 2022:  

"Nuestro pensamiento se dirige espontáneamente a nuestro queridísimo Papa emérito Benedicto XVI, que nos ha dejado esta mañana. Con conmoción recordamos su persona tan noble, tan gentil. Y sentimos mucha gratitud en nuestros corazones: gratitud a Dios por haberle dado a la Iglesia y al mundo; gratitud a él por todo el bien que ha realizado, y especialmente por su testimonio de fe y oración, especialmente en los últimos años de su vida retirado del mundo. Sólo Dios conoce el valor y la fuerza de su intercesión, de sus sacrificios ofrecidos por el bien de la Iglesia".  

Y en su homilía del funeral de Benedicto XVI el 5 de enero de 2023, el Papa Francisco lo comparó con el Buen Pastor: "Ser pastor significa amar, y amar también significa estar dispuesto a sufrir. Amar significa: dar a las ovejas el verdadero bien, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios, el alimento de su presencia". Y terminó su homilía así: "¡Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu alegría sea perfecta al escuchar su voz, definitivamente y para siempre!" 

Sí, creemos que la alegría de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI es ahora perfecta. Nos viene a la mente un acontecimiento de la vida de Santo Tomás de Aquino, el teólogo más grande de todos los tiempos: el 6 de diciembre de 1273, a la edad de 49 años, pocos meses antes de su muerte (murió el 7 de marzo de 1274), estando en éxtasis, Tomás de Aquino vio a Cristo, quien le dijo: "Has escrito bien acerca de mí, Tomás, ¿qué recompensa deseas?" Y Santo Tomás respondió: ¡Sólo a ti Señor! Jesús ciertamente dirigió estas mismas palabras a Benedicto XVI: "Has escrito bien de mí", y la recompensa fue ciertamente acogerlo en el cielo por la eternidad, por una felicidad infinita.   

Gracias Señor por habernos dado un Papa tan bueno, grande, humilde, cooperador de la verdad, y gracias a Joseph Ratzinger por decir Sí al plan de Dios a lo largo de su vida.