Nosotros, como Católicos, hemos sido bendecidos con un grandioso regalo y privilegio al participar en el Sagrado banquete en la Santa Misa. Uno de los preceptos de la Santa Madre Iglesia Católica es de que estamos obligados a asistir a la Santa Misa al menos una vez a la semana, el día domingo.

Sin embargo, es de gran beneficio para nuestras almas el recibir a nuestro Señor en el Santísimo Sacramento tan seguido como nos sea posible. En cualquiera de los dos casos, la importancia de recibirlo con el alma limpia es absolutamente esencial. ¿Cómo logramos esto, nosotros, los Católicos? Está prescripto por la Iglesia que debemos confesarnos al menos una vez al año. A pesar de eso, nos es mucho más beneficioso recurrir al Sacramento de la reconciliación mucho más seguido y de forma regular. La recepción del Sacramento de la Reconciliación mensual y aún mejor semanalmente, es altamente recomendado. La Confesión frecuente es necesaria para mantener nuestra alma tan limpia como se pueda en todo momento, especialmente si estamos recibiendo a Jesús frecuentemente. Es muy triste el comprobar cómo las filas para la Confesión van decreciendo, desapareciendo, o que, incluso en algunos casos, las pocas horas que son asignadas a este Sacramento durante la semana, en algunas parroquias, no cuentan con sacerdotes. 

San Pablo nos dice: "El que recibe el cuerpo y la sangre de Jesús indignamente come y bebe su propia condenación." Resulta, en esto caso, que el Sacramento se convierte en sacrilegio. 

La única manera de remover el pecado mortal de nuestra alma es a través de la confesión sacramental y de la recepción de la absolución del Sacerdote. Esto es necesario para poder recibir a nuestro Señor en la Eucaristía, dignamente. Esta poderosa combinación de confesión y comunión frecuente es la substancia que dirige nuestra alma hacia una perfecta unión con nuestro Señor Jesucristo. Y el estar en perfecta unión con nuestro Señor significa, el estar llenos de Su amor.

Permítanme a continuación elaborar una ilustración que nos ayudará a entender mejor. En cierta forma, el alma puede compararse con un prisma. Así como la luz brilla a través del prisma, el alma refleja el amor de Dios en todas direcciones. Consecuentemente, el amor de Dios fluye hacia el mundo. En esta manera somos hechos partícipes de la labor redentora de Dios. Sin embargo, este prisma puede ser manchado por el pecado oscureciendo el efecto del flujo del amor de Dios hacia el mundo. Es nuestra obligación el mantener este prisma, nuestra alma, tan limpia como sea posible, para que en el momento que estemos unidos con Dios, el amor de Dios pueda tocar a todos los corazones fuertemente.

En la foto, el objeto oscuro que está a la izquierda representa un alma en estado de pecado mortal. A través del Bautismo, ésta era una perfecta copa de vino, pero trágicamente ha sido deformada por el pecado mortal. En este estado el alma se encuentra en muerte espiritual, pero no ha perdido el amor de Dios. A través del libre albedrío el alma ha escogido encerrarse en sí misma y no aceptar el amor de Dios. Por consiguiente, Dios no puede entrar o vivir en esta alma. El alma, en estado de Pecado mortal, NUNCA debe recibir la Sagrada comunión, ya que el permanecer en este estado es a gran riesgo de perder el Cielo. Esta alma debe urgentemente buscar el perdón y el alejarse del pecado mortal tan pronto como pueda a través del Sacramento de la Reconciliación. Sin embargo, es muy beneficioso para el alma el recibir las Gracias atendiendo a la Santa Misa. No tengan miedo y no pierdan la esperanza. A pesar de que muchas personas hayan, de esta manera, escogido el separarse del amor de Dios, Él, en su Gran Misericordia, nunca les abandonará. Sin justificar la propuesta perniciosa del mundo de una vida de pecado y liberalidades, recordemos que mientras mayor es el número de nuestros pecados, mayor es el derecho del pecador a la Misericordia de Dios. Su Misericordia es para todos pero especialmente para aquellos que caen en pecado mortal. No existe pecado que no pueda ser perdonado si uno está realmente arrepentido. Constantemente, Dios está llamando a las almas a que regresen a Su Amor, a través del arrepentimiento, de la oración y de la recepción de los Sacramentos.

La segunda copa de vino representa un alma que está con pecado venial, pero no en pecado mortal. No nos equivoquemos, los pecados veniales ofenden a Dios y son nocivos para las almas, pero permite que Dios todavía pueda vivir y morar con ellas. Cada vez que cometemos pecados veniales, es como si echáramos suciedad dentro de la copa, dejando así poco espacio libre para ser llenado con el amor de Dios. Si dejamos los pecados veniales sin confesión, éstos se acumularán, debilitando así la voluntad y eventualmente nos llevarán a cometer pecados mortales. Con la ayuda de la Gracia de Dios es importante que removamos los pecados veniales de nuestras vidas.  Cualquier pecado y todos los pecados deben ser limpiados a través de la recepción frecuente de los sacramentos, especialmente de la Reconciliación o Confesión.

La copa de vino transparente y clara representa un alma luego de haber realizado una buena confesión. El alma está completamente limpia y pura, lista para recibir a Jesús dignamente en el Santísimo Sacramento. Esta alma no tiene ninguna mancha de pecado, nada que bloquee o atrase a las Gracias de Dios, llenándola. Este es el estado del alma al que todos debemos constantemente esforzarnos por llegar para poder así entrar en completa unión con Jesucristo.

Por la Gracia de Dios, la última copa es el objetivo de la experiencia del Cristiano. Esta copa no solamente representa un alma llena de Cristo si no que desborda Su Amor y Su Gracia. Esta es una imagen de cómo estar en unión con Dios, tan posible como lo es humanamente, fuera del cielo. Al estar un alma completamente llena de Gracia, esta alma es amada de una manera especial por Dios, lista para ir al mundo como un verdadero reflejo de Jesús. Tal como nuestro Señor Jesús le dijo a Santa Faustina: "A través tuyo, así como a través de Mi Hostia, los rayos de Mi Misericordia pasarán al mundo."


¿Está tu alma lo suficientemente limpia para recibir la Presencia Real de nuestro Señor Jesucristo?

¿Qué es lo que verías en este momento, si nuestro Señor Jesús te enseñase el estado de tu alma? ¿Cómo piensas que Dios ve a tu alma? ¿Asistes a la Santa Misa todos los domingos y los días santos de obligación? ¿Realizas trabajos los días domingo u obligas a otros a que trabajen en este día santo del Señor? ¿Observas todas las enseñanzas de la Iglesia Católica, tanto si estás de acuerdo o no (recordemos que la Iglesia guiada por el Espíritu Santo es infalible en fe y moral)? ¿Cumples con los mandamientos de la Ley de Dios? ¿Vas a confesarte al menos una vez al año, de acuerdo a tus obligaciones en cuaresma? ¿Eres fiel a tu esposo/esposa, en cuerpo y alma, lo que incluye a los jóvenes si son solteros, la castidad? ¿Lees o miras cosas que te llevan a ocasiones de pecado? ¿Qué puedes decir sobre el bien que no haces? ¿Si nuestro Señor Jesús estuviese frente tuyo en este momento, te diría: “Gracias buen y fiel sirviente” o “No te conozco”? ¿Está tu alma lista para que el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de nuestro Señor Jesucristo entren en ti en la forma más íntima posible? ¿Qué tipo de casa encontraría Él, una casa en orden, limpia y bien mantenida o la encontrará desordenada y sucia?