En éste número incluiremos temas trascendentales que objetivamente tratan de nuestra fe y del mundo en el que vivimos. 

Debemos dedicar todos nuestros esfuerzos a prepararnos y preparar personas seglares que sean capaces de vivir plenamente su misión dentro de la Iglesia. Ser una comunidad de laicos y para laicos, santificándose en los asuntos temporales. Esta es una VOCACIÓN LAICAL, que es un carisma Eclesial: "Los laicos, que desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están obligados a cristianizar el mundo, sino que además su VOCACIÓN se extiende a ser testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana".

Los laicos debemos estar conscientes de ser MIEMBROS DE LA IGLESIA y, por tanto, vivir esta realidad como una VOCACIÓN; como una llamada de Cristo a la que deseamos responder desde dentro del mundo en que vivimos, convencidos de que nuestro carisma de integrar vida-evangelio es lo que nos pide la Iglesia y por ende el mismo Cristo: "El divorcio entre la fe y la vida diaria debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época". 

El magisterio eclesiástico ha sostenido siempre, que la Iglesia no le tiene miedo a la verdad, es más, que desea y busca que esa verdad sea conocida y propagada. La Iglesia lucha no solo contra los errores, sino contra las mentiras, falsedades, medias verdades e insinuaciones maliciosas.

En los actuales momentos en que los Gobiernos están inponiendo ideologías, hay que decir: ¡basta! No podemos hacernos los de la vista gorda y escondernos tras los hermanos, encogernos de hombros, cruzarnos de brazos y dejar que pase: no es propio de almas fieles y responsables. Estamos permitiendo que se adormezca la conciencia; hacemos el ridículo ante la sociedad y, lo que es peor, nos comportamos como estúpidos desleales ante Dios. 

Conviene que recordemos estas serias advertencias:

•Que no basta con rezar. Es muy bueno hacerlo, pero no es suficiente; hay que emplear la cabeza que El puso sobre nuestros hombros.

•Que no basta con realizar obras; éstas tienen que ser buenas.

•Que no basta con poner un poco de amor; se requiere que los trabajos estén hechos cabalmente con fervor.

•Que las omisiones no pesan. Por ahí viene la reprimenda divina: no halla nuestras labores con la carga que se precisa. Las encuentra faltas de peso, sin valía, sin importancia, ni calidad.

•¡Cuántas ocasiones de servir a los demás!, ¡Cuántas circunstancias para hacer el bien, para exigirnos más, y que por negligencia, comodidad, pereza, tibieza, egoísmo y falta de amor dejamos pasar por alto!, ¡Cuántas omisiones!

•Hace ya veinte siglos que Santiago nos advirtió que « quien conoce el bien que debe hacer y no lo hace, comete pecado ».

•¡Cuántas ignorancias culpables se dan en los hombres! Culpables porque son desconocimientos vencibles. Basta con raspar la cáscara de la conciencia para ver lo que Dios nos pide.