Quiero hablar de la situación que estamos viviendo y quiero empezar abriendo mi corazón, contando cómo me siento yo. 

Yo me siento muy mal. Esto es lo primero que quiero deciros. Y me duele además especialmente ver que todo el mundo está contento. Lo que yo percibo es que la inmensa mayoría está feliz porque el Papa se ha ido, como si el Papa se hubiera jubilado  o como si el Santo Padre se hubiera ido por una causa natural. El tiene casi 86 años y podría tener un Parkinson  avanzado, una demencia senil, un Alzheimer, podría tener un problema renal gravísimo, podría tener un problema de corazón que le hace imposible gobernar la Iglesia. Pero esto no es lo que ha ocurrido, no tiene nada que ver con lo que ha sucedido. Si el Papa se hubiera marchando por puro agotamiento ligado a la edad, sería una cosa distinta, como si  el Papa se hubiera muerto;  entra dentro de la ley natural. Pero no tiene nada que ver con lo que ha pasado.

Al Papa le han crucificado durante los casi 8 años que ha estado gobernando la Iglesia y lo hemos visto. Ha sido una crucifixión, un martirio  a los ojos de todos. Hemos (por lo menos yo y otros) sufrido, viéndole cómo iban a por él, cómo le agobiaban los enemigos de fuera con colaboración de algunos enemigos de dentro; con la basura de dentro, aliada, promocionada durante años por esos enemigos de fuera. Esto es lo que ha sucedido. Un pueblo de Dios que ve cómo matan a su pastor y que no se da cuenta…, ¡es terrible! El Papa es un mártir. No se ha bajado de la cruz, efectivamente, ha dimitido por el bien de la Iglesia. Efectivamente. Pero es que le han martirizado. Esta semana el escritor peruano Vargas Llosa, publicó un artículo. Estoy sólo a medias de acuerdo con su contenido, pero el título es perfecto, el título que mejor resume lo que está sucediendo en la Iglesia, lo que lleva sucediendo hace ya mucho tiempo. Lo ha titulado: "El hombre que estorbaba". Efectivamente, Benedicto XVI ha sido el hombre que estorbaba desde el primer momento. El tiene una capacitad única, portentosa, de definir con una frase, con una idea, un tratado de teología. Cuando predicó en la Misa, antes de empezar el Cónclave del que saldría elegido Papa, definió la situación que vivimos y la llamó "la dictadura del relativismo". No "situación de relativismo", que ya vivimos mucho tiempo, sino "dictadura", es decir: persecución a todo aquel que insista en decir que el bien es objetivo y que el mal es objetivo; que el bien existe y que  el mal existe en un contexto en el cuál todo debe ser relativo. Tú no puedes decir que abortar está mal, tú no puedes decir que matar a tu mamá con la eutanasia  está mal, tú puedes decir como mucho, "a mí me parece que eso está mal" y el que se atreve a decir: eso está mal, ése es perseguido. Por eso este Papa ha estorbado. ¿Es que no  recordáis ya lo que sucedió  en el 2011, cuando aprovechando una circunstancia que resultó falsa, le acusaron de ser un cómplice de pederastia y exigieron que dimitiera?. Las campañas feroces del 2011 en el New York Times, en la BBC y en España en los periódicos aliados a ellos. Eso fue una cosa horrorosa.

Pero, como digo, están los enemigos de fuera y los enemigos de dentro.  Los enemigos de dentro, que han hecho este escándalo del Vatileaks; los enemigos de dentro que con sus pecados, repito, promocionados por los enemigos de fuera, que han guardado silencio mientras les ha interesado hasta que ha llegado la hora de poner luz sobre la porquería que había ahí. 

Los enemigos de dentro y los enemigos de fuera son los que le han llevado decir: no puedo más. Esto es tan duro y tan grave que es una tragedia. La dimisión de un Papa es una tragedia. El Papa no se va de vacaciones, lo que ha sucedido es una tragedia, le han doblado la mano y no ha podido más. 

Yo he tenido el don, la suerte, de ser colaborador de él, como lo fui de Juan Pablo II, de estar con él, cómo estuve con Juan Pablo II. Os aseguro que es un santo, es un niño, un niño de 86 años, porque es un niño tímido, humilde, hasta decir basta; sabio. Y cuando ves cómo le han triturado, cómo le han humillado, cómo le han machacado, a mí me produce una profunda compasión.

No sé si visteis la escena el jueves, cuando salía por la tarde de su apartamento. A mí se me encogía el alma al ver cómo ponía cara de circunstancias mientras salía de su casa. Su secretario, iba detrás llorando; al llegar abajo, el chofer se puso de rodillas llorando. ¿Vosotros creéis que esto es una jubilación alegre? ¿Es irse de júbilo? ¡No, no! Han ido por él y le han doblado la mano. Ha hecho lo que tenía que hacer porque no quedabas más remedio.  Pero hay algo terrible que está sucediendo en la Iglesia y en la sociedad contra la Iglesia  y esto hay que saberlo. Si creemos que estamos en una especie de mundo angelical donde pensamos que todas las cosas suceden por que sí o por causalidad… estamos equivocados. Aquí hay un plan programado deliberadamente contra la Iglesia. Pero no van a poder con Ella.  Esta es otra cuestión que ellos, sus enemigos, no saben. 

¿Qué tenemos que  hacer en este momento?

Considero que hay que hacer dos cosas urgentemente. La primera es un examen de conciencia; por supuesto de los Cardenales y naturalmente de los Obispos. ¡Le han dejado solo! No digo que todos ellos, pero sí muchos. Él mismo lo dijo, después de aquel incidente desagradable, cuando levantó la excomunión a los Lefebrianos; y resultó que uno era un negacionista del holocausto; ¡Cómo se le echaron encima! No era culpa suya, porque no le habían informado. Y él mismo después dijo públicamente en una carta a los obispos: "me he sentido solo en esta batalla". Esta es la primera cosa que debemos hacer: examen de conciencia y hacerlo todos. ¿Hemos estado rezando por el Santo Padre continuamente? 

En el año 2011, cuando el acoso era más duro, nosotros los Franciscanos de María, echamos manos al bolsillo. Un grupo de laicos de esta parroquia, y nosotros como institución pagamos seis mil euros para publicar anuncios en El País, en ABC, en El Mundo y en La Razón. Seis mil euros, para publicar un anuncio de media página, diciendo: Santo Padre estamos con Usted. ¿Y esto quién más lo hizo? Muchos le hicieron llegar su apoyo, pero cuando éste llegó en la mayor parte de los casos ya había pasado demasiado tiempo, ya estaba él verdaderamente crucificado.

En esta parroquia y en todas nuestras parroquias en el mundo, empezamos inmediatamente a recoger firmas de apoyo y las enviamos a las respectivas Nunciaturas. ¿Esto quién lo hizo?  Empezamos a organizar una vigilia de oración por el Papa, una vez al mes. ¿Esto quién lo ha hecho? La inmensa mayoría ha visto cómo crucificaban a este hombre y miraron para otro lado. Ni le han apoyado con la oración, ni le han apoyado dando la cara por él. Y esto es lo primero que tenemos que hacer hoy, en la semana en que un Papa ha tenido que dimitir

Lo primero que tenemos que hacer es un examen de conciencia. ¿He defendido yo al Papa? ¿En mi casa lo hemos defendido cuando le han insultado?  ¿En mi trabajo? ¿Con mis amigos? ¿He rezado yo por el Papa? ¿He sido yo consciente de que si este hombre, Vicario de Cristo caía era un daño para mí, para mi familia, para la Iglesia y para la humanidad? Si no hacemos este examen de conciencia, ¡volverá a suceder!

¿Creéis de verdad, se le ha pasado a alguien por la cabeza la idea de que al próximo Papa no lo van a machacar? Inmediatamente lo harán porque ya le han cogido la medida; en cuanto el Papa diga algo que no le gusta al poderoso o al tirano de turno. En cuanto el Papa diga que el bien existe y que determinadas cosas están mal -y no vamos a ceder-, van a empezar a buscarle las cosquillas, a husmear en su historial y a inventar si no encuentran nada.

Y va a empezar el ataque contra él, ya lo veréis. Yo no soy profeta, pero es muy fácil ver lo que va ocurrir; van a empezar a presionar diciendo: dimite, dimite, y dimite. Y además van a decir: mira Benedicto XVI, qué bueno fue, qué humilde, cómo estaba desapegado al cargo y dimitió. Esto es lo que va suceder, dentro de nada.

El Papa no puede estar solo. Tiene que estar defendido y acompañado por cada uno de nosotros y repito que hay que hacer un examen de conciencia, del primero al último, preguntándonos qué hemos hecho mientras veíamos cómo crucificaban a este Santo Mártir.

Segunda cosa que tenemos que hacer, que es fundamental en este momento: mantener la fe y la calma. Sabiendo lo que ha pasado, sabiendo lo que nos espera, mantener la fe y mantener la calma. El Papa ha repetido en los últimos días, en sus últimos mensajes, ha repetido una y otra vez: la Iglesia es de Cristo, la Iglesia no se queda abandonada. El Espíritu Santo cuida de la Iglesia. La Iglesia ha sido fundada por Cristo que ha dicho: las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella. Por tanto fe y calma

No sé si os acordáis, pero yo me acuerdo perfectamente cuando murió Juan Pablo I, que fue tres cuartos de lo mismo.  Es decir, Juan Pablo I muere de un ataque al corazón, porque se encuentra con el problema que hay dentro, problema que este Papa sabe porque tiene el informe del Vatileaks y ha ordenado que no lo sepa nadie y que se lo encuentre su sucesor en un cajón, como si fuera el IV secreto de Fátima. Lo que pasa es que Juan Pablo I murió de un ataque al corazón. Pero aquello, que nos dejó conmovidos, se saldó con la aparición de Juan Pablo II. Por eso nosotros debemos de tener fe en que Cristo, en que el Espíritu Santo, no abandonan la Iglesia. Es un momento de fe y de calma, es un momento de oración. Es un momento para estar de rodillas frente al Señor pidiendo por los Cardenales para que sean dóciles al Espíritu Santo, para que de verdad el Espíritu Santo puede elegir a la persona adecuada para guiar la Iglesia en este difícil coyuntura, no solamente eclesial sino mundial.

Examen de conciencia para que no nos vuelva a pasar nunca esto. Que nunca más el Papa este sólo, mientras le atacan y le devoran los lobos feroces. Examen de conciencia, oración, fe y confianza. Cristo no abandona a la Iglesia y no la va a abandonar nunca. Que así sea.